12 de julio de 2010

La familia es lo más importante


Muy buenas tardes. Ante todo, debo pediros disculpas por mi tardanza en actualizar, pero todos sabemos que este fin de semana ha estado movidito, así que no he podido escribir en ningún momento. No voy a hacer ninguna entrada del mundial, porque ya hice una y porque se repite a diario en todos los medios y estoy más que seguro que lo tendréis muy masticado. Asimismo, evitaré comentar cualquier aspecto futbolístico durante la entrada. Será difícil, no prometo nada. He elegido un tema muy distinto, basándome en mi experiencia de este fin de semana (exceptuando la parte correspondiente al domingo, de 20:30 a 23:00 de la noche... Noooo, Guille, que no vas a hablar de eso, contrólate). Así que, sin más, voy a ello.

Seguro que cada uno de nosotros pensamos que nuestra familia es especial, algo fuera de lo común. Yo, por lo menos, sí que lo pienso, y me alegra decir que tengo suficientes motivos para ¿presumir? de la, digamos, excentricidad de mis parientes. No voy a ir uno por uno describiéndoles (porque si no, necesitaría varias entradas, no somos precisamente pocos) sino que me voy a centrar en uno de los aspectos más característicos, las reuniones familiares. Las mías llegan a ser tan disparatadas que parece que un grupo de guionistas fumados está detrás de los diálogos. Y es que, por si no fuera poco, estas reuniones se repiten, al menos, dos o tres veces por mes, entendiendo como “reunión” la asistencia a un mismo lugar de más del 70% de los integrantes de la familia. Así, estos encuentros resultan ser un infinito cruce de reproches, chistes con o sin gracia, comentarios impregnados de un sarcasmo más que evidente (que, sin embargo, son repetidos hasta la saciedad, ante la poca habilidad de su destinatario para pillar los dobles sentidos), risas estridentes y contagiosas, cánticos que acaban en un tímido murmullo al comprobar que nadie los sigue, brindis sin sentido producto del alcohol… Este alboroto tan solo se detiene cuando alguien es capaz de reunir las fuerzas suficientes para implorar entre gritos que “por favor, que os calléis, coñe, que no entiendo nada”. Y a veces, ni eso sirve.

En muchas ocasiones, curiosamente, estas reuniones se celebran con el fútbol como principal motivo (mierda, ya lo tuve que nombrar), si bien, al terminar las mismas, el deporte tan solo está presente en la tele encendida de fondo, sin nadie sentado frente a ella. Resumiendo mucho, podemos decir que estas tardes futboleras se componen de varios elementos a tener en cuenta:

1. El experto, miembro de la familia que conoce los entresijos de cada jugada y que iba para entrenador del Real Madrid. Es capaz de decirte el número exacto de escupitajos que debe proyectar un jugador para conseguir el equilibrio corporal adecuado para sacar un córner.

2. El aburrido. Se dedica a pulular por el salón sentándose y levantándose continuamente, opinando sobre lo feo que es el entrenador del equipo contrario, o bien comentando sarcásticamente lo bien que juega un jugador que ni siquiera está convocado al partido. Es aconsejable ignorarle.

3. El "Maldini". Conoce el álbum de cromos de la temporada 1956-1957 de Armenia, pero no te sabe decir si un equipo está jugando bien o mal. En todo caso, puede recurrir a comentarios obvios del estilo "ahora vendría bien un gol".

4. El desinformado, que intenta no aparentar serlo, aunque no siempre lo consigue. Suele hablar cada cinco segundos, en vez de ser listo y callarse. No os extrañéis si anima a Pau Gasol.

5. El agobiado. Mantiene la mirada fija en la pantalla, sin parpadear, en silencio, pero cuidado, porque sin previo aviso, puede soltar un "mecagoenlaputa" de cinco mil megaherzios. Más te vale no estar delante si el equipo contrario mete un gol. Si el que lo mete es su equipo... también apártate, su abrazo te podría matar.

6. El "mecreoquesoytransparente". Como su propio nombre indica, se trata de una persona que no ve ningún problema en colocarse delante de la pantalla, incluso durante un penalty. Total, "solo es un partido de fútbol". No se lo echéis en cara, puede indignarse, la bronca se alargará y nunca se quitará de en medio. Hacedme caso.

7. La abuela. Por lo menos en mi caso, permanece callada estudiando cuidadosamente cada movimiento de los jugadores, y tan solo interrumpe para preguntar que "quién es ese del moño que sale ahora". Atención a sus facultades: si dice gol, es gol, no importa si estás viendo un partido de baloncesto. Aprovéchalo: pon dos cajas con dentaduras postizas y el escudo de cada equipo pegado en ellas, y a ver cuál coje. Toma ya, Paul.

Por supuesto, existen muchas más variantes, pero ya me ha salido suficientemente larga la entrada. Mira tú, es que aunque me haya propuesto no hacerlo, me he ido al fútbol otra vez. Es inevitable, somos CAMPEONES. Vale, ya lo dejo. Un saludo y hasta la próxima.

All Over It - Jamie Cullum.

5 comentarios:

  1. Creo que yo soy del tipo 5.
    Jiji.
    Me gusta como escribes nene!

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  2. Menos mal que hoy estabas denso, porque si no...
    No se por que, pero últimamente yo también soy del tipo 5 (seguro que es culpa tuya...)

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  3. También puedes añadir un nuevo tipo que es el que no se entera de nada y está todo el rato preguntando qué ha pasado y que grita gol cuando cualquier equipo mete y es linchado por los aficionados cuando ha metido el equipo rival. Madre mía, ¡qué familia! Menudas juergas os montáis...

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  4. Adelante, Guille. Buen trabajo. Saludos desde Nicaragua. Jorge.

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  5. Siempre se aprende algo nuevo de la familia ¡Madre mía, y yo que me he perdido esas juergas!

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