14 de junio de 2011

Comedias románticas o cómo vomitar purpurina


Hoy, por desgracia, no os escribo como mera diversión, así como no pretendo que os divirtáis. Esto es serio, borrar esa estúpida sonrisa que asumo que estaréis poniendo (y a los que no, menudos amargados, ¿no? que reír es gratis, hombre) y escuchad atentamente, porque de ello depende vuestra supervivencia y la mía.

Iré paso a paso para no abrumaros. Mi advertencia va dirigida principalmente a las chicas, especialmente a aquellas demasiado centradas en su trabajo, obsesionadas con un ascenso, siempre colgando del móvil, que comen en el mcdonalds más cercano a la oficina, y que se acuestan a las nueve con un antifaz de volantes rosas. Bien, guapas, seguid así. En serio, vuestra vida puede ser algo desesperante, aburrida, pero de esa manera estaréis fuera de peligro, podréis seguir sentándoos cada tarde a ver el telediario local (o lo que aquí llamamos Madrid Directo), comiendo helado del bote y hablando con vuestros gatos.
Ahora bien, nunca, NUNCA, pronunciéis la frase "estoy demasiado ocupada como para salir con alguien ahora." Estaréis cavando vuestra propia tumba. Así que si, en alguna conversación con esa amiga pizpireta con la que compites por el puesto de asistente del jefe en la oficina sale el tema, desvíalo por completo. Con un simple "me importa una mierda, puta", bastará.

Aún así, no es suficiente. Estad siempre alerta, porque el día que os despierte una música animada, demasiado alegre para la mierda de vida que lleváis, y que no provenga de vuestro despertador, ya será demasiado tarde: estaréis dentro de una comedia romántica.

Cuando esto ocurra, que no cunda el pánico. No intentéis apagar esa música, la ponen en post-producción, es inevitable. Esperad a que la canción acabe sentadas en el borde de la cama. Cuando pare, volveos a meter en ella y dormid. En serio, ya sé que tenéis que ir al trabajo, y que si llegáis cinco minutos tarde esa zorra de Jillian os quitará el puesto, pero ningún ascenso es más importante que vuestra supervivencia. Recordad, ya que no podéis salir de ella, debéis intentar por todos los medios acabar la película tal y como la empezasteis.

Si es que todavía os lo tomáis a broma y habéis sido tan imbéciles de ir a la oficina, os aconsejo que, al menos, cerréis a cal y canto la puerta de vuestro despacho. A quienquiera que llame a él para algo que no se pueda resolver vía messenger, decidle que os estáis masturbando y que va para largo. Es absolutamente primordial que no establezcáis contacto con ningún otro ser humano (de todas maneras, no os resultará muy difícil, así era vuestra vida antes, ¿no?).
Porque, al más mínimo descuido, os encontraréis cara a cara con un atractivo joven sonriente, desenfadado, con la chaqueta del traje abierta y los abdominales destacando tras la camisa. Os entregará no sé cuántos archivos de parte de no se quién, pero no se acabará ahí la cosa. Se quedará mirando, interesado, cómo los guardáis apresuradamente en un cajón y volvéis al trabajo. Obviamente, sólo se interesará si sois mínimamente guapas. Las feas no tienen cabida en estas películas, lo siento. Fuera. A otro blog, que me espantáis a los lectores. ¡Shuuss, shusss!

En fin, él os dirá algo como "¿cuándo fue la última vez que saliste a divertirte un rato?", o alguna otra frase del mismo número de palabras que su coeficiente intelectual. Vale, aquí lo tenéis difícil. Sed frías, mirad a otro lado o imitad a vuestros gatos y bufarle a cada cosa que comente. O el extremo contrario, follároslo ahí mismo y a otra cosa. Recordad, estáis muy ocupadas como para salir con alguien. Pero, por encima de todo, no os sonrojéis. Porque eso él lo tomará como una señal de que os queda algo de sangre en las venas y os invitará a tomar algo.
El resto, caerá como las piezas del dominó. Saldréis esa misma noche, y en nada estarás por los suelos riéndote como una histérica, porque claro, él habrá puesto algo en tu bebida. Esto en las películas no sale, pero hay que ser listo y mirar las escenas inéditas en los extras del DVD. Por supuesto, te llevará a tu casa a acostarte (sabe donde vives, sí, viene todo en el guión. Perdón, guion. Maldita RAE), y despertarás al día siguiente muy avergonzada y enfadada contigo misma. Y con razón. Te lo encontrarás haciéndose el desayuno en tu cocina. Deberías echarle, pero te pueden sus encantadores ojos azules. Y claro, para una vez que alguien da uso a esa cocina...

No intentes arreglarlo haciendo como si nada hubiera pasado. Si lo haces, darás lugar a una serie de gags presuntamente divertidos, en los que él te gastará bromas pesadas en la oficina para llamar tu atención, mientras tú resoplas e intentas esconder las sonrisitas nerviosas. Tonta, que eres tonta.
Pronto, te darás cuenta de que le quieres. Sí, has hablado dos veces con él y hasta el día anterior le odiabas, pero resulta que le quieres. Renunciarás a tu trabajo, venderás el piso, matarás a los gatos (esto también en las escenas inéditas) y te mudarás con él a una casa en la costa, donde viviréis tranquilos, sin preocupaciones, y EN EL PARO, por imbéciles.

Y ya está. Por mucho que te haya intentado ayudar, me has desobedecido, y ahora eres feliz. ¿Te das cuenta lo que has conseguido?
Si eres Sandra Bullock, te perdono. De todas maneras, estás condenada a hundirte en esas películas desde que naciste.

7 de junio de 2011

La edad del pavo


Resulta que, una vez al año, se cumple un año más desde que nací. Ante tan magnífica y sorprendente coincidencia, que, magnifica y sorprendentemente, se repite cada año, ¿qué puedo hacer, aparte de sentirme impotente y, por qué no, un año más viejo, aparte de gritarles a todo el mundo que dejen los regalos en la puerta, que se vayan a tomar por culo, y quedarme comiendo tarta hasta las seis de la mañana mientras me indigno por lo fáciles que son los pasatiempos de los call tv?

Supongo que nunca he llevado bien lo de cumplir años. Sí, ya sé, nadie lo lleva bien, y es más que normal el encontrarse a un pobre cuarentón intentando convencer a su señora para salir "de fiesta tope chachi, a mover el esqueleto", mientras finge que es lo suficientemente joven como para no dislocarse la cadera. Pero es que yo este año he soplado mi decimooctava vela. Se supone que estoy en la flor de la vida (aunque yo diría que estoy tumbado sobre mi cama) y que debería irme a "mover el esqueleto" sin pensar en las consecuencias, como todo buen joven inocente y alocado de mi edad.

Pero creo que, por algún trauma de mi infancia o por alguna pastilla de más que se tomara mi madre estando embarazada, yo sigo siendo un mocoso de no más de 13 años, de los que aguantan hasta las 11 sin dormir para al día siguiente contárselo a sus amigos; de los que dan un sorbo a la cerveza de los padres y ponen cara de "yo esto lo hago a diario" mientras aguantan la bilis en la boca; o de los que miran desde la otra punta de la clase a los pechos de esa chica, que más que pechos parecen aún esos pezones colgantes de los obesos.

En definitiva, que por mucho que sople velas, el pavo no hay quien me lo quite. Y es que es una de esas cosas que pueden no aparecer o pueden aparecer y seguirte toda la vida, y en mi caso, voy tirando a lo segundo. Al contrario de lo que piensan muchos de los padres, los adolescentes sí que sabemos (porque, por supuesto, aún me considero uno) lo tontos que nos ponemos. Quiero decir, somos muy conscientes de esas risillas de imbécil que nos salen cuando la tía buena del instituto nos pide un boli. Y es que no hay frase que más me haya repetido estos años que "bonita reacción, retrasado, la tienes en el bote".

Así, estamos condenados a ponernos en ridículo, aunque nos esforcemos en evitarlo. Sin embargo, una cosa que sí he ido ganando con el paso de los años, y que no poseen esos mocosos de 13 años, es experiencia en el campo del flirteo con féminas pre, pos o adolescentes a secas. No me malinterpretéis, no estoy insinuando que haya sido un Don Juan. Para empezar, porque me llamo Guillermo, que es de cajón, hombre. Pero, aunque sea mediante la observación de los movimientos del Juanillo de turno de clase, creo que puedo establecer una serie de actuaciones estándar, que, sin lugar a dudas, cabe la posibilidad de que funcionen. Sin lugar a dudas. Puede. Tú prueba y ya me dirás.

1. En primer lugar, la imagen. Si hay algún padre leyendo esto, no sé qué hace aquí, pero que se encargue de educar a su hijo en el apasionante mundo de la moda desde jovencito. Sí, puede resultar duro gritarle a un niño de siete años "pero, inútil, ¿no ves que esos colores no conjuntan?" pero él acabará agradeciéndolo. Admitámoslo, es obvio que ninguna chica se le acercará en un futuro si lleva camiseta azul con calcetines verdes.

2. Una vez lograda una primera impresión que no provoque arcadas, hay que trabajar la actitud. Por experiencia sé que es difícil controlar esas caras de empanado autista que nos salen cuando pasa una tía apetecible por delante, pero hay que hacer un esfuerzo. Así, si por la gracia de Dios o por pura gilipollez ella se atreve a dirigirte la palabra, bajo ningún concepto la mires. Respóndela sin interés por encima del hombro y gírate hacia el primer amigo que veas a tu lado, conversa con él y haz ver que es él el que tiene toda tu atención. Una de dos, o ella se sentirá celosa o pensará que eres gay. Míralo por el lado bueno, al menos ya sabe que existes.

3. Si has hecho bien los pasos 1 y 2, significa que estás listo para la difícil tarea de mantener una conversación. Tranquilo, hay muchas probabilidades de que no tengas más que responder con monosílabos, a cuestiones no muy complicadas como "¿me estás siguiendo?" o "¡mis ojos están aquí!" Pero, en el improbable caso de que te pregunte algo, ten preparada tu respuesta de antemano. Nada de improvisar, o acabarás hablándole de que aún besas a tu madre en la boca o de lo mucho que caga tu hámster últimamente.

4. Uauh, ¿ya estás aquí? Me has sorprendido, bravo. Pero aún no está todo el pescado vendido, quedan esos boquerones con olor a muerto que tendrás que encasquetar a algún cliente despistado. Ahora tocaría pedirla salir, pero asumo que, si estás leyendo esto, buscas alguna manera de evitar el mal trago. Vale, pasando por alto tu insolente exigencia, propongo lo siguiente: averigua dónde vive. Es fácil, simplemente, síguela al salir de clase; dedícate a llamarla al telefonillo cada cinco minutos, para que vea lo atento que eres. Eso sí, cuando pregunte quién es, no hables, a ver si vas a meter la pata; si puedes, déjala cartas en el buzón con pelos tuyos (no tienen por qué ser de la cabeza), y así te aseguras de que va a pensar en ti; y recuerda, orden de alejamiento significa que te quiere.

5. Para este momento, ya deberías tenerla en tus brazos. Si no es así, sólo te queda una opción: finge tu muerte. Tropiézate a la entrada de clase y ten "un paro cardíaco" (es fácil, tío, sólo tienes que hacer que tu corazón deje de latir). Ella se arrodillará llorando a tu lado, gritará todo lo que te quería y se lamentará porque no te lo pudo decir. Ese es el momento para que "revivas" repentinamente y le des la alegría del siglo. Y ya es tuya.


Eso es más o menos todo, aunque no te prives de probar tú tus propias estrategias. Y, si hay alguna chica que haya logrado leer esto hasta el final: por favor, decirnos dónde vivís directamente, y así salimos ganando todos, ¿no?