24 de julio de 2011

Rebelde sin consecuencia


Yo me considero un rebelde, pero de los moderaditos. Por ejemplo, digamos que me la traen floja las reglas que me impone la sociedad pero las sigo cumpliendo. Eso sí, irónicamente. Si mis padres me dicen que tengo que fregar lo haré, sí, pero con un afilado sarcasmo que no pasará desapercibido. Si decido ponerme a ver High School Musical mientras coreo las canciones, saltando en el sofá y llorando por lo guapo que es Zac Efron, mi dura crítica contra el sistema será palpable en cada una de mis lágrimas. Porque soy un malote, el mundo me ha hecho así.

O como ahora, que resulta que tras varias semanas me acuerdo de que tengo aquí un blog olvidado, ¿en serio creéis que vuelvo a actualizarlo por que quiero agradar a alguien, porque me interesa entretener a una panda de desconocidos por unos minutos sin importancia? Pues estáis en lo cierto, pero sigo haciéndolo irónicamente, que conste.
Y, si a causa de todo esto, acudís a mí para que os enseñe este desenfadado modo de vida que llevo, yo lo haré con mucho gusto, pero, ah, irónicamente, lo que quiere decir que estáis muy por debajo mía, porque de aquí al final de la entrada seré vuestro mentor, vuestro maestro, y vosotros mis humildes y siempre arrastrados siervos, ¿queda claro? (pero oye, de buen rollo).

Bien, por si hay algún lentito en la sala que aún no se ha enterado, está claro que el punto esencial de ser un rebelde es la ironía, eso que siempre te hará estar por encima, hagas lo que hagas, porque puedes estar lamiéndole el culo a alguien, pero si lo haces irónicamente, le estás lamiendo el culo a alguien irónicamente y entonces la cosa cambia, ¿me explico? ¿veis qué fácil es?
Esto vale en cualquier situación: "sí, te pido trabajo, pero irónicamente."; "estudio para este examen, pero irónicamente"; "¿no se da cuenta, señor, lo sarcástico que estoy siendo mientras usted me viola?"
Con esta actitud, tenéis todas las de ganar, pero no nos confiemos.

Otro de los rasgos característicos que ha definido el concepto de rebeldía a lo largo de los años es la negación automática, es decir, dos simples letras, preferiblemente unidas en una palabra, que os darán una imagen de tipo duro el primer instante tras pronunciarlas: NO. Durante vuestra vida os habrán dicho muchas veces que hay que saber decir que no, no a las drogas, no a la violencia, no a las chanclas con calcetines, pero esto es distinto. Como rebeldes, debéis negarlo TODO. Si os ofrecen el último pedazo de tarta, la respuesta es NO, no importa cuánto lo deseéis. Si os preguntan si sois rebeldes, la respuesta es NO (tranquilos, vosotros y yo sabemos que lo sois). Incluso negad la negación en sí, aunque caigáis en una paradoja sin final que os acabe por volver locos. De esta manera, os convertiréis en unos continuos inconformistas con el sistema, sea cual sea éste.

Pero no todo es negación. Nosotros, los rebeldes (bueno, yo, a ver si os vais a creer que estáis a mi altura ya), no sólo nos dedicamos a quejarnos. Un rebelde, recordad esto, siempre debe innovar, debe ser distinto a los demás, debe mostrar una imagen que los plebeyos quieran imitar, una alternativa que acompañe siempre a esa negación. Cuidado, ser distinto no quiere decir poner gotelé en la mampara de la ducha. No, más, mucho más, ten en cuenta que en el mundo hay actualmente casi 7.000 millones de habitantes, y tú tienes que ser diferente a todos ellos.
¿Qué recomiendo para lograr este propósito? Es muy simple: debes ser totalmente espontáneo. Con pequeños gestos inesperados, reconducirás tu monótona y rutinaria vida por nuevos y apasionantes senderos, alejada de la molesta multitud mediocre. Para ayudaros en este apartado, hagamos un ejercicio. Supongo que estaréis leyendo esto acomodados en vuestro escritorio, tumbados en vuestra cama o sentados en la taza del váter. En los dos primeros casos (en el tercero, prefiero esperar unos minutos para poder incluiros en los casos anteriores), quiero que, ahora mismo, os giréis hacia la ventana de la habitación y, sin pensároslo dos veces, atraveséis el cristal de un salto. ¿Ya? Si seguís vivos, felicidades, ya sois, al menos, más rebeldes que los nenazas que no han saltado por vivir en un ático, es un comienzo.
El resto ya es cosa vuestra. Continuad metiendo dedos en enchufes, apuñalando a extraños por la calle o escuchando a Shakira, y poco a poco os convertiréis en unos perfectos y espontáneos rebeldes.

Eso sí, no acepto ninguna responsabilidad por las cosas que hagáis siguiendo estos consejos. Al fin y al cabo, los escribo irónicamente.






10 comentarios:

  1. Me encanta la entrada (irnicamente hablando/escribiendo, claro)
    :D

    ResponderEliminar
  2. Me gusta cómo escribes.

    ResponderEliminar
  3. Cojonuda la canción, sin ironías.
    (Atte.: El cadáver de alguien que ha saltado por la ventana)

    ResponderEliminar
  4. La ironía se palpa. Ah, no salté por la ventana porque preferí dejar el cristal entero y no ser un rebelde. No, no es una ironía.

    ResponderEliminar
  5. Irónicamente, me encanta. Y la canción también.
    De quien ha intentado saltar por la ventana y el cristal no se ha roto.

    ResponderEliminar
  6. Iba a escribir que me encanta esta entrada, y el blog, irónicamente, pero se me han adelantado, así que dejo la ironía para otra ocasión. Me he topado con tu blog a través de la súper útil mega práctica herramienta social conocida como Twitter, y, con tu permiso, aquí me quedo. Un saludo!

    ResponderEliminar
  7. Por cierto, muy fan de la canción elegida para cerrar la entrada.

    ResponderEliminar
  8. Ahora es cuando debo decir: ''totalmente cierto, me ha hecho tu fiel sierva, je-je-je''
    Pero como ya ha escrito mucha gente irónicamente decido no hacerlo.
    Saludos!

    ResponderEliminar
  9. Pues deberías seguir haciéndolo irónicamente ;)

    P.D: Soy amiga y compañera de Julia :D (or likeflan in twitter)

    ResponderEliminar